Sarelly Martínez Mendoza
En México sólo el 5 por ciento de las personas cuenta con algún plan de pensión o de jubilación, así que llegar a la vejez conlleva muchas amarguras.
En México sólo el 5 por ciento de las personas cuenta con algún plan de pensión o de jubilación, así que llegar a la vejez conlleva muchas amarguras.
Por eso, uno de los aciertos, quizá el mayor del gobierno de Juan Sabines, es proporcionar apoyo económico a las personas de la tercera edad.
Esos 500 pesos que se entregan mensualmente no sólo alivian el dolor, las enfermedades y el hambre de nuestros viejitos, sino que les ofrecen dignidad y respeto, porque dejan de convertirse en una carga familiar. Muchos de ellos no sólo han recobrado el respeto sino el cariño, porque pueden invitar a los nietos algunos dulces en una reunión de domingo.
En este país sin cobertura en jubilaciones ni en pensiones, programas como el Amanecer representan un descanso y un verdadero alivio para los más pobres de entre los pobres.
Es, desde luego, una cantidad enorme (cerca de los cien millones de pesos mensuales) que eroga el gobierno del estado, pero que con eso no sólo beneficia a la economía familiar sino a toda la población porque permite que haya circulante en las comunidades.
Una persona de Amanecer se acerca al tendero, al abarrotero o al sastre, lo que genera creación de fuentes de empleo.
Este programa, más otros que se han puesto en marcha, ha hecho que la crisis económica que se vive a nivel mundial no sea tan grave en Chiapas.
Otra prioridad para el gobierno de Sabines es llevar los servicios médicos a los habitantes, incluso los más alejados de las grandes ciudades.Se han promovido campañas de salud: quirúrgicas, de detección de osteoporosis, de cáncer prostático, de hipertensión arterial y de estudios optométricos.
Pero donde no parece entenderse esta situación es en la Unidad de Especialidades Médicas (Uneme) del Hospital General.
Ahí despacha Karla Utrilla Parrilla, una doctora sin experiencia en campañas médicas porque de lo contrario ya habría echado a andar algún proyecto que beneficie a los usuarios de este hospital. No ha promovido ninguna campaña de cirugía general, de cataratas o de labio de paladar hendido.
Y es que más que alentar campañas y el servicio médico al público, Utrilla Parrilla ha propiciado la confrontación en la Uneme, una unidad que debería ser vital en el Hospital General de Tuxtla Gutiérrez pero que está envuelta en el conflicto permanente y parasitario.
A Chiapas nos ha llegado todo tipo de funcionarios federales: trabajadores algunos, honrados pocos, pero creo que ninguno tan celoso de su parcela que sólo la comparte con sus amigos y coterráneos como el gerente de la Conafor.
Desde que llegó en febrero del año pasado, Ángel Rivera Galván ha traído a cuanto veracruzano sin chamba se haya encontrado en su vida. Y si no se ha traído a todo Veracruz es porque la gerencia regional de la Conafor no le permitiría cubrir a una nómina tan abultada.
El problema no es que sólo contrate a vecruzanos, les otorgue plazas de base y cope todas las jefaturas, sino que esas personas no tienen el perfil que se requiere para esos cargos en los que se demanda sensibilidad y conocimiento.
Rivera Galván, yo no sé si peleado con los chiapanecos, los ha marginado no obstante que varios de ellos cuentan con estudios de maestría y un mejor perfil para desempeñarse en la dependencia.
Un problema para el gerente veracruzano ha de ser su formación de agrónomo, y una visión estrecha sobre los problemas forestales que en nuestro estado tiene dimensiones enormes.
Su miopía, cuya primera muestra es la condescendencia abusiva por sus paisanos, puede ocasionarnos daños irreparables a los chiapaneco porque en lugar de pensar en el renglón forestal antepone el bienestar de sus compañeros de canicas y parentela veracruzana. A ellos les ha permitido el usufructo de la dependencia que siente de su propiedad.
Una gerencia de la importancia de la Conafor debe ser manejada sin tanta hormona gratuita como la que ha tirado a borbotones Rivera Galván y José Cebrián. La meta debería estar puesta en mejorar nuestro ambiente y para eso no basta con sembrar sólo arbolitos, sino que se debe dar seguimiento con eficiencia a los programas forestales, de las que pueden salir beneficiadas cientos de comunidades.
Si la dependencia, que extiende su control en Chiapas y Tabasco, ha sido manejada en lo que se puede ver con tanta acidez para los trabajadores chiapanecos, qué se puede esperar de la parte financiera, donde es fácil enmascarar gastos e inventar viáticos sin control alguno porque gran parte de las comisiones se realizan en zonas rurales, donde prácticamente se queda exento de comprobaciones.
Un empleado, corrido por Rivera Galván, me hizo llegar copia de su denuncia que presentó ante Carlos Tiscareño, contralor de la Conafor, donde se refiere a esta oscura gestión del veracruzano por haber contratado a sobrinos, ahijados, esposas de sus amigos y demás parentela traída de su tierra.
Un chiapaneco que llegara con alguna encomienda federal a Veracruz y se hiciera rodear de sus paisanos y que, además, fueran ineptos, merecerían igual repulsa que el gerente de la Conafor. Todo tiene un límite y parece que ese límite no lo ha conocido el funcionario, agrónomo de formación, pero metido ahora en cuestiones forestales.
Es cierto que no se le prohíbe contratar a personal de su entidad, pero hay aspectos que lastiman a la gente, y marginarlos o renunciarlos por no ser veracruzanos, provocan resquemores irreparables.
En Chiapas hemos tenido delegados federales de todas las partes del país, y la mayoría ha podido armar su equipo con la gente valiosa que ha encontrado en la entidad. La excepción parece serlo este personajillo oscuro, orgulloso de su nepotismo (jefe de su propia mujer) y de su amiguismo, que le sirve de carta de presentación, por lo que tendrá que ser auscultado en cuanto tome posesión el nuevo titular de la Conafor a nivel nacional.
sarellym@gmail.com
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