Sarelly Martinez Mendoza
Musulmanes en Chiapas
Gaspar Morquecho se ha encargado de estudiar la presencia de los musulmanes en Chiapas. Y no crea que los parientes de Osama han encontrado aquí un refugio en contra de las persecuciones del Pentágono.
Para nada. Se trata de un grupo cada vez mayor de indígenas de Los Altos que han cambiado el huipil por las chilabas.
Miguel Cavaría, en diariovasco.com, le acaba poner nombre y apellidos al personaje encargado de llevar esta nueva religión a los tzotziles. Se trata de Aurelio Pérez Iruela,
Nafia, un hombre que arribó a la selva en 1995 y que según Chavarría tenía como misión ofrecer dinero y armamento al EZLN.Nafia se quedó en Chiapas predicando el Islam y tal parece que ha encontrado tierra fértil en el sincretismo religioso indígena.
En 2007 un grupo reducido de tzotziles hizo ya su primera peregrinación a la Meca.
Para hacer el viaje recibieron apoyo de una organización transnacional musulmana, con asentamiento en España, Morábito, la cual es financiada por hombres ricos del Islam, entre los que se cuenta el ministro de Finanzas del que sea quizá el país más rico de la tierra, Dubai.
En Chiapas se trabajan en dos campamentos: uno, ubicado en San Cristóbal de Las Casas, y el otro, en Comitán.
De acuerdo a Chavarría hay varias similitudes entre el Islam y las tradiciones tzotziles: los indígenas "adoran a sus dioses postrándose de hinojos igual que los musulmanes al hacer sus oraciones a Alá. Mantienen también una rígida separación de hombres y mujeres en los actos de culto. Se sientan en el suelo para comer como los beduinos y se valen de la mano derecha para llevarse los alimentos a la boca con la relativa pulcritud que tal costumbre pueda permitir a los comensales.
"Pero también existen otras coincidencias de más fuste. Tal sucede con la práctica de la poligamia por parte de los varones y con el sometimiento de la mujer en las diversas etapas de su vida. Y digo sometimiento. Un misionero católico con muchos años de experiencia, me comentaba que muchas mujeres se sentían culpables si no habían sido objeto de lo que cualquier occidental consideraría sin la menor duda como maltrato".
La presencia del Islam es innegable. No sabemos cuál será su futuro entre los indígenas, pero esta nueva práctica de adoración es motivo de preocupación para las autoridades en una zona donde los principales enfrentamientos están vinculados a la religión.
La alfabetización para adultos en Chiapas es una tarea muy compleja y difícil. ¿Cómo alfabetizar, por ejemplo, a personas adultas monolingües, enraizadas en sus costumbres y en sus rutinas diarias?
Ese problema no se ha podido responder, por eso no es sorprendente que la tasa de analfabetismo permanezca inmovible y que año con año ocupemos el primer lugar en este renglón, como lo constata el Censo Nacional de Población y Vivienda.
Aparte de la tarea, que resulta descomunal, el Instituto de Educación para los Adultos ha estado en manos de personas más veleidosas que capaces.
La cifra de analfabetos adultos es abrumadora: alrededor de 600 mil. Y si el IEA trabajara con eficiencia y dedicación podría estarse alfabetizando a 30 mil personas al año, pero se incorporan 24 mil nuevos analfabetos en ese mismo periodo.
La tarea es, pues, titánica.
La salida es apostarle a la creatividad, pensar de nueva cuenta en la universidades, llevar a los estudiantes a que realicen su servicio social en actividades de alfabetización en las comunidades chiapanecas.
Eso se ha hecho ya, pero falta continuidad y supervisión.
El IEA debe abandonar la veleidad y los deseos de presumir cifras astronómicas de alfabetización. Se debe ser realista y trazar programas que abatan el analfabetismo no nada más en el papel sino en las comunidades; una salida sería buscar apoyo y asesoría de otros estados donde estas tareas han sido exitosas. Michoacán puede ser un buen aliado.
Como siempre, quienes más padecen la marginación, son las mujeres. De las 600 mil personas mayores de 18 años que en Chiapas no saben leer ni escribir, el 63 por ciento son mujeres.
Un lector me escribe para decirme que en Conafe Chiapas hay un funcionario, de nombre Juan Manuel Palacios Chávez, quien obstaculiza la buena marcha de esta institución. Desde su jefatura de servicios administrativos, me dicen, se encarga de crear conflictos que generan incumplimiento de tareas educativas en la entidad.
De Gabriel Zaid:
Los universitarios no somos la salvación de este país, somos uno de sus mayores problemas. El asunto resulta preocupante al observar que, hasta antes de la década de los sesenta, una persona con formación universitaria podía darse el lujo de escoger entre varias opciones de empleo; había, según datos disponibles, más de un puesto por cada egresado de la universidad.
Entre 1980 y 1990 la relación entre el número de empleos profesionales y la cantidad de egresados universitarios fue de sólo 0.27. Es decir, por cada puesto disponible en el país había casi cuatro egresados que lo pretendían.
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