Sarelly Martínez
El fin es el medio
Hay personas que son eternas. Mi maestra Dolores Castro tiene ese maravilloso privilegio.
La conocí hace 20 años en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García cuando se presentó como la profesora titular de Literatura mexicana.Sus clases, que no eran extraídas de libros, sino de su vivencia con protagonistas de nuestra literatura, se convertían en una plática confidencial de aquellos sus andares.
Hoy impartirá una conferencia a las siete de la noche en el Centro Cultural Jaime Sabines donde hablará de su amiga Rosario Castellanos. Mañana también lo hará pero a las diez de la mañana.
Su cercanía con Chiapas se debe a que fue la mejor amiga de Rosario Castellanos, con quien conformó el grupo de los Ocho Poetas Mexicanos con Efrén Hernández, Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo, Octavio Novaro, Honorato Ignacio Magaloni y Javier Peñaloza, quien fue su esposo.
Alérgica a la pedantería, Dolores Castro dice que su mérito no está en su creación literaria ni en la enseñanza, sino en el hecho de haber sobrevivido 85 años. A finales de los ochenta, la maestra Lolita, como le decíamos sus alumnos, subía con esfuerzo los cuatro pisos de la Septién para llegar a nuestro salón. Hoy sigue impartiendo clases. No tiene tiempo para el descanso. Algunos días está en Chiapas, otros en Aguascalientes o en Zacatecas donde ofrece conferencias o dirige talleres literarios.
En aquel tiempo, más que obligarnos a analizar obras, prefería que sus clases se convirtieran en tertulias literarias, donde sólo se leía poesía. Sus poemas, aun cuando los conocíamos, porque la habíamos descubierto en la colección de Lecturas Mexicanas de la SEP, pedía que la dejáramos a un lado.
Prefería descubrirnos a Pessoa, a Paz, a Hierro y por supuesto a Rosario Castellanos, su amiga, su confidente y su consejera, con quien mantuvo desde la secundaria un diálogo profundo de personas y de libros: "En discusión constante, con afinidades y diversidad de enfoques, siempre admiré su voluntariosa capacidad de ser. Su disciplinada forma de adquirir conocimientos y nuevas técnicas en una búsqueda constante de enriquecer y transformar lo ya adquirido. (Recuerdo una de sus frases favoritas cuando algún escritor se mecanizaba y perdía creatividad: ¡éste ya encontró su bolita!). Rosario nunca se repitió a sí misma, nunca murió como escritora, vive, vivifica, revive instantes cuando nos comunica aquello que quiso dejar inmóvil y a la vez viviente, como testimonio más verdadero más verdadero que su propia vida".
Pero la maestra Lolita no puede ser recordada sólo por esa amistad con Rosario Castellanos, de la cual se siente muy orgullosa, sino de su propia aportación como poeta, la cual empieza a ser redescubierta.
"Me sorprende, dice, porque durante muchos años yo estuve como olvidada pero de pronto empezaron a salir algunas antologías, entre ellas Qué es lo vivido, y ya después empezaron a interesarse por mí varias personas y claro que me sorprende".
Originaria de Aguascalientes, donde nació en 1923, los primeros libros de la maestra Lolita se publicaron en Jus, una editorial especializada en textos de filosofía y derecho, poco interesada en la poesía. Por eso, quizá, su obra se mantuvo durante mucho tiempo en la sombra.
Cuando la descubrimos en la Septién sentimos que lo mínimo que podíamos hacer era bautizar a nuestra generación con su nombre, y eso que había profesores fabulosos, que marcaron de alguna manera nuestro porvenir, como José Alfredo Páramo, Manuel Pérez Miranda, Alberto Barranco Chavarría y Perla Schwartz.
En No es el amor el vuelo, Dolores Castro reúne a lo mejor de su producción literaria, que inició en los cincuenta con Ocho poetas mexicanos y que afortunadamente se ha prolongado hasta nuestros días con el ánimo joven y entusiasta de siempre.
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Hoy cumple 40 y 10 años mi hermana mayor. Mi hermana Esperanza. Y está feliz como una quinceañera, así que no quiero decirle lo que una vez dijo no sé quién de que llegar a los 50 se debe uno cuidar de todo, de todos y de todas.
Después de los 50, dice mi amigo Óscar Palacios, hay que evitar los males del alma porque los del cuerpo son inevitables. Todo empieza a caerse y a arrugarse; se pierden los ánimos y llega el desánimo. Eso sucede a casi todos, menos a mi hermana. Ahora la veo revitalizada, alegre y feliz, como si empezara a despertar a la vida. Y yo que a mis 30 y 13 estoy mal de todos los males que ha inventado el hombre. No había escrito porque un dolor insoportable me apachurraba la cintura como una trituradora.
Pero hoy la alegría de mi jovencísima hermana me ha jalado las cobijas y he decido tomar unos vinillos y comerme toda la botana y toda la comida que puede caber en mi estómago perezoso y consentido.
¡Salud hermana por tus 40 y 10!
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Después de los 50 no hay vuelta posible. ¿Volver a empezar? ¿con qué tiempo? ¿Volver a ser mamá? ¿Con qué? ¿Volver a trotar? Infarto seguro. ¿Volver a nadar? Será flotar. ¿Volver a cantar? Te ahogás. ¿Beber como antes? Cruda eterna.
Después de los 50 todo es grave, de cama, de muerte. Un catarro es una bronquitis; un resfriado, una neumonía; una tos, una tisis; un golpe, un hematoma; un chicharrón, un diente partido.
A partir de los 50, un dolor de cabeza es un derrame; un dolor muscular, gota; dolores en las manos, artritis; un olvido, mal de alzheimer; una tiritada, Parkinson; un estornudo, tuberculosis.
Una oclusión intestinal después de los 50, es cáncer de colon; un dolor de muelas, caja a la vista; sed, diabetes; un kilo de más, escoliosis; un kilo de menos, ¿será leucemia? Una orinada a media noche, próstata. A los 50 todo es peligroso: sonarte fuerte, hemorragia nasal; visión borrosa, cataratas; cera en los oídos, otitis; insomnio, ataque depresivo; un pelo en el cepillo, calvicie; dolor en la nuca, osteoporosis.
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Lo decía, eso vale para otros, menos para mi hermana.
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El hombre que ve los 50 años igual que los 20, ha desperdiciado 30 años de su vida
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Dice mi hermana que ha terminado los primeros 50 años de felicidad en su vida, y que va por los 50 restantes, y conste que ha sido feliz y ha disfrutado todo sin grandes complejos.
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