Una mujer habla de asaltos recientes y un hombre recuerda que hace años unos delincuentes intentaron ajustar cuentas en la plaza cívica de una escuela
Camilo Sol
Noticias
Algunas familias de Las Granjas han ido perdiendo la aparente calma que por un tiempo no muy largo se había asentado en la colonia considerada como una de las más peligrosas de Tuxtla. “Tengo entendido —platica una mujer de unos treinta años, casi la mitad vividos en el lugar— que desde entonces se han registrado varios asaltos a camiones vendedores de gas y surtidores de tiendas aquí no más, cerca de mi casa, en la calle y avenida donde pasan los colectivos”. Pero no sólo es el robo a camiones, sino también a casas. A principios de este año, un negocio y una casa, ubicados casi en la esquina de la calle Durango y avenida Julio César Ruiz Cáceres, fueron vaciados. La preocupación se traduce también en suposiciones: los asaltos habrían retornado junto con el narcomenudeo.
Se podría decir —calcula la mujer— que la delincuencia retornó hace unos ochos meses, cuando empezaron a llegar menos patrullas. Hay días que uno no ve que pasen los policías, principalmente donde se han registrado los robos o asaltos, casi en la orilla norte de la colonia que se alza en las faldas del Cañón del Sumidero. La solución, sugiere la mujer, quien teme que Las Granjas se torne de nuevo en una tierra bajo el mando de los delincuentes que hace años ajustaban cuentas —a cuchillazos, a machetazos, a pedradas— o mercaban drogas en las calles a plena luz del día, es que se designen más patrullas y más agentes, porque “el gobierno no sólo no ha cumplido con la promesa de mayor seguridad sino ha abandonado la colonia en ese aspecto”.
Antes, platica un hombre, salía uno con temor a las calles. Te podían matar por negarle 50 centavos o un peso a un delincuente, o te podían herir sólo por ser un testigo accidental de un asalto. Supe, dice, que hace más de doce años unos delincuentes se metieron, en la persecución de unos contra otros, en una escuela primaria —la Fernando Castañón Gamboa— y se enfrentaron con machete en mano. Ninguno salió herido, pero los niños presenciaron, desde los ventanales, encerrados, unos llorando, antes de la hora de salir de clases, la escena violenta que se efectuaba en la pequeña plaza cívica de terracería.
Ubicada sobre el norte oriente, pegada a la reserva del Cañón del Sumidero, cerca de las colonias Kilómetro 4 y la antes llamada Julio César Ruiz Ferro, Las Granjas es una colonia rocosa y polvorienta de no pocas casas que muestran pobreza y, salvo algunas pavimentadas, de calles de terracería intransitables con vehículos, que dan la impresión de arroyos o ríos secos bordeados de montes que bien podrían servir de escondites. Su situación de marginal, coinciden el hombre y la mujer, ha contribuido también en la inseguridad y en el dicho de que es de las colonias más inseguras de Tuxtla.
Camilo Sol
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Algunas familias de Las Granjas han ido perdiendo la aparente calma que por un tiempo no muy largo se había asentado en la colonia considerada como una de las más peligrosas de Tuxtla. “Tengo entendido —platica una mujer de unos treinta años, casi la mitad vividos en el lugar— que desde entonces se han registrado varios asaltos a camiones vendedores de gas y surtidores de tiendas aquí no más, cerca de mi casa, en la calle y avenida donde pasan los colectivos”. Pero no sólo es el robo a camiones, sino también a casas. A principios de este año, un negocio y una casa, ubicados casi en la esquina de la calle Durango y avenida Julio César Ruiz Cáceres, fueron vaciados. La preocupación se traduce también en suposiciones: los asaltos habrían retornado junto con el narcomenudeo.
Se podría decir —calcula la mujer— que la delincuencia retornó hace unos ochos meses, cuando empezaron a llegar menos patrullas. Hay días que uno no ve que pasen los policías, principalmente donde se han registrado los robos o asaltos, casi en la orilla norte de la colonia que se alza en las faldas del Cañón del Sumidero. La solución, sugiere la mujer, quien teme que Las Granjas se torne de nuevo en una tierra bajo el mando de los delincuentes que hace años ajustaban cuentas —a cuchillazos, a machetazos, a pedradas— o mercaban drogas en las calles a plena luz del día, es que se designen más patrullas y más agentes, porque “el gobierno no sólo no ha cumplido con la promesa de mayor seguridad sino ha abandonado la colonia en ese aspecto”.
Antes, platica un hombre, salía uno con temor a las calles. Te podían matar por negarle 50 centavos o un peso a un delincuente, o te podían herir sólo por ser un testigo accidental de un asalto. Supe, dice, que hace más de doce años unos delincuentes se metieron, en la persecución de unos contra otros, en una escuela primaria —la Fernando Castañón Gamboa— y se enfrentaron con machete en mano. Ninguno salió herido, pero los niños presenciaron, desde los ventanales, encerrados, unos llorando, antes de la hora de salir de clases, la escena violenta que se efectuaba en la pequeña plaza cívica de terracería.
Ubicada sobre el norte oriente, pegada a la reserva del Cañón del Sumidero, cerca de las colonias Kilómetro 4 y la antes llamada Julio César Ruiz Ferro, Las Granjas es una colonia rocosa y polvorienta de no pocas casas que muestran pobreza y, salvo algunas pavimentadas, de calles de terracería intransitables con vehículos, que dan la impresión de arroyos o ríos secos bordeados de montes que bien podrían servir de escondites. Su situación de marginal, coinciden el hombre y la mujer, ha contribuido también en la inseguridad y en el dicho de que es de las colonias más inseguras de Tuxtla.
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